En Tijuana la carencia de espacio público y de equipamiento para el peatón es notoria. Este proyecto se introduce en la ciudad para intervenir la realidad del micro-urbanismo de la calle, identificando situaciones comunes del día a día para transformarlas en potenciales proyectos para la ciudad. En Tijuana vivía a unos veinte metros del cruce peatonal de la línea fronteriza Tijuana /San Diego y veía todos los días, a toda hora, todo el año personas paradas esperando a su o sus familiares cruzar para recogerlos, nunca hubo espacios de espera. La Banca Ambulante se hizo para colocarse en ese punto y brindar el servicio de banca de espera. La dejaba por la mañana y la recogía por la noche.
Como menciona Felipe Zúñiga “Banca Ambulante, surge de una inquietud genuina y sencilla: la posibilidad de “estar" en un lugar. Esta noción de “estar” no implica “ocupar” un espacio, tomarlo o hacerlo suyo. Más bien sugiere una estadía breve: una apropiación vivencial del espacio. Banca Ambulante responde también a un gesto aparentemente sencillo, el de “la hospitalidad” Frente a esta “in-hospitalidad” es que esta banca fue colocada, en un punto preciso de fricción entre todos estos intereses, generando un paréntesis que permitía la posibilidad de orientarse, esperar o simplemente disfrutar de un vaso de fruta picada un domingo por la tarde”.[1]
Este diseño ambulante usa tipologías de móviles urbanos y lenguajes constructivos populares para definir su forma, que explora movilidad, temporalidad y cambio. Se estaciona de forma vertical para ahorrar espacio y utilizar su cuerpo como medio de información. Ha tenido diferentes alteraciones para proyectos en Tijuana, San Diego, Corea y Copenhagen.
[1] Felipe Zúñiga, dossier and interview for PCEP (prácticas culturales en espacio público) , 2010